Una obra no apta para los débiles de corazón, y especialmente para aquellos que temen volar, este intenso trío de Oli Forsyth explora con detalles vívidos y a menudo impactantes el impacto del secuestro de un avión.
Sylvia (Anjana Vasan) y Ray (Phil Dunster) son una pareja joven familiar; ella, una especialista en marketing digital, él, un aspirante a comediante convertido en maestro, que se conocen en una fiesta en casa y se casan poco después. Pero su vertiginoso romance se hace añicos cuando, de camino a su luna de miel, el avión cae repentinamente hacia el mar a manos de un pasajero enloquecido (Craige Els).
Este incidente, que llega bastante temprano, se escenifica con una inmersión visceral, en una gran pasarela iluminada que atraviesa el centro del escenario, con filas de luces flanqueando los asientos transversales como ventanas de ojo de buey. Es un verdadero golpe de teatro y grandes aplausos pertenecen al director Daniel Raggett y al equipo creativo, que incluye a Anna Reid (diseñadora), Simeon Miller (iluminación) y Paul Arditti (sonido).
Las consecuencias del secuestro proporcionan el meollo del drama, ya que Sylvia debe aceptar ser el héroe del momento y Ray su condición de hombre olvidado. Pero las cosas toman un giro oscuro cuando Sylvia le revela durante una entrevista televisiva que el propio secuestrador ha sido liberado, después de haber argumentado con éxito que no estaba en su sano juicio.
La obra, que se basa en la experiencia personal de Forsyth, explora las consecuencias del trauma y cómo llegamos a un acuerdo con él, con gran detalle. La insistencia de Sylvia en que el secuestrador miente sobre su salud mental choca con la necesidad de Ray de creer que fue un accidente desafortunado (“un avión cayó del cielo y casualmente estábamos en él”). Ambas posiciones parecen una negación de la realidad, aunque ambas son innegables. Lo que sí parece claro es que ninguno de los dos recibe el apoyo adecuado (la aerolínea les envía unos miles de libras y dos billetes de avión gratis).
Las actuaciones son atractivas y la pareja central combina bien: Vasan se parece cada vez más a un gato sobre ladrillos calientes mientras sus nervios se desgastan, mientras que Dunster, que contó con el apoyo de varios Ted Lasso compañeros de equipo: transmite efectivamente nuestras simpatías como un hombre que todavía intenta creer que el mundo es bueno. Els, que desempeña múltiples papeles además del secuestrador, aporta una presencia física imponente que hace que la violencia (magníficamente coreografiada por el director de lucha Alex Payne) sea aún más intensa.
A pesar de su verosimilitud, la obra no siempre parece saber lo que quiere decir, más allá de resaltar la forma en que las experiencias traumáticas se manifiestan de diferentes maneras. Pero sin duda proporciona una de las experiencias más memorables que he tenido en este espacio y aborda un tema difícil con originalidad, corazón y sorprendentes cantidades de humor, como lo demuestra la interpretación de “Come Fly With Me” mientras el público sale. .