Las obras que se desarrollan en Luton son un fenómeno poco frecuente, pero Chalk Line Theatre tiene su sede allí y quiere celebrarlo. Su nueva producción, El caos que ha sido y que sin duda volveráestá lleno de afecto por el lugar, así como de una clara aprensión por los problemas que enfrenta.
Escrita por el fundador de la compañía, Sam Edmunds, y dirigida con imaginación por él y Vikesh Godhwani, tiene la misma arrogancia y brío que sus héroes: dos muchachos que buscan una gran noche de fiesta. Son los mejores amigos de una escuela que envía a los chicos malos de viaje cuando llegan los inspectores de Ofsted. Son interpretados con una energía explosiva por Olatunji Ayofe y Elan Butler, con Amaia Naima Aguinaga interpretando brillantemente todos los demás papeles.
La vivaz dirección de movimiento de Jess Tucker Boyd los hace saltar y bailar por el espacio delimitado por las tres cajas cubiertas de ladrillos de Rob Miles. Pero detrás de la animada recreación de dos chicos bebiendo ginebra e intentando pasar un buen rato, hay una intención seria.
Edmunds pinta un retrato vívido de los factores limitantes en las vidas de los hombres de clase trabajadora, la agobiante sensación de deuda que se transmite de generación en generación, la violencia que encuentran y con la que tienen que vivir en la calle. El personaje de Butler está decidido a escapar, a forjarse una vida mejor y a compensar a su madre por todo su sacrificio. El personaje de Ayofe, que también narra, se encuentra “al borde del precipicio del cambio”, dudando de su capacidad para hacer algo por sí mismo.
El texto está lleno de vívidas observaciones sobre la forma en que las personas “caminan como si alguien las estuviera reteniendo”. Hay una escena muy significativa en la que, después de un encuentro agresivo del que tuvieron que alejarse, los chicos arrojan piedras al agua para calmarse. En otra escena, llena de asombro, el narrador se lanza a besar a la chica que le gusta y comenta: “La belleza de este momento debe conservarse”.
Ese optimismo resiliente sobre las personas y su capacidad para vivir bien impregna la obra; un reconocimiento de que, aunque Luton tiene sus dificultades económicas, también es una comunidad en la que diferentes razas y credos se unen para enfrentar y superar las mismas dificultades. En este espíritu, el final vira hacia la tragedia y luego se desvía, ofreciendo un mensaje optimista de esperanza. Es estimulante.