Los mundos chocan en el baño público más bonito y más bonito de Seattle, cuando Maggie (interpretada por Lauren Ward) toma un trabajo como un limpiador y se convierte en el terapeuta y confidente no solicitado de todos, mientras lucha simultáneamente a sus propios demonios. Basado en el galardonado cuento “Stalled Symphony” de Liesl Wilke (Revista2011) y establecido en medio del telón de fondo de los lugares de lujo, este musical es una experiencia acogedora, pero ocasionalmente cae plana.
El espectáculo comienza con el número musical titular que muestra inmediatamente el inmenso talento en el escenario. Acompañado de una banda en vivo, cada número revela capas más profundas de la historia que permanecen tácitas en el diálogo. La letra, coescrita y compuesta por Wilke, Andy March y Kyle Puccia, sirven como ritmos adicionales en la vida de los personajes, aunque a veces se sienten artificiales y cliché. Mientras que los actores ofrecen actuaciones fenomenales, el texto parece unidimensional, lo que desafortunadamente subraya el resto de la obra.
Musicalmente, la composición y el arreglo funcionan bien, con la orquesta – Livi Van Warmelo, Saran Davies, Amy Shaw e Isis Dunthorne – sintonizado con la energía en el escenario y en la audiencia. Igualmente, las voces en vivo son excepcionales, sin un ojo seco en la casa durante “Fly”, interpretado por Ward y Rebecca Jo-Roberts.
Josie Benson es humorística e insensible en su papel de Cynthia, una madre de alto rendimiento que lucha por aceptar que su hija autista, Emma (interpretada por Grace Venus), no encaja en sus planes. Regina Co brilla como Krystal, luchando contra su salud, su corazón y el peso de las estrictas expectativas de sus padres. Evita Khrime ofrece una actuación convincente como Serena, la adolescente angustiada que escribe la palabra hablada y navega por una relación inapropiada con un hombre diez años de personas mayores. Sus perspectivas se unen en momentos fugaces dentro de los puestos de baño público, donde Maggie, el limpiador matriarcal, ofrece consejos.
Los diseños de trajes y set de Emily Bestow son algunos de los más impresionantes en la memoria reciente. Durante 90 minutos, la audiencia es transportada a un mundo donde los baños huelen agradables y lujosas cremas de manos los invitan a “mimarte”. El uso del pequeño espacio para crear un entorno tan expansivo es ser elogiado, con el set que se siente fresco e integral a la historia. A pesar de este y el talento innegable del elenco, sin embargo, Parado Nunca encuentra su impulso; en muchos sentidos, está a la altura de su nombre.