Puede que el Prufrock de TS Eliot haya usado cucharas de café, pero mediré mi vida en pantos, y la de Hackney en particular. Y siempre es alentador ver a Clive Rowe nuevamente con el arnés (o el corsé), asumiendo una vez más las tareas tanto de Dama como de dirección.
Obtiene una espléndida variedad de atuendos de la diseñadora Cleo Pettitt como Sarah la cocinera, que ayuda en el Aldi del Alderman Fitzwarren (Tony Timberlake), que está amenazado por ratas hasta la llegada del patán con voz de miel Dick Whittington (Kandaka Moore). y su gato Tommy (Kat B). ¿Podrán salvar el día y evitar que el Rey Rata (Graham Macduff) se haga cargo?
Como de costumbre, Hackney se apoya en gran medida en sus elementos ‘tradicionales’ (telones de fondo, banda en vivo, rutinas de slop y todo) y no cuenta con escasez de rutinas de manos de jazz para toda la compañía. El segundo acto incluye una mezcla de éxitos pop clásicos interpretados por el talentoso conjunto en la isla de ‘Ee-El-Pie’, donde la historia culmina tras un naufragio.
Los chistes que salpican el guión de Will Brenton no son particularmente actuales (uno sobre Liz Truss parece dejado en 2022), y la partitura de Steven Edis tiene al menos tres canciones de más. Sin embargo, cada director tiene su turno para brillar, especialmente Moore, cuyo talento vocal en el papel principal está pavimentado con oro, mientras Kat B realiza una llamativa secuencia submarina iridiscente.
La estrella del espectáculo es, por supuesto, el eternamente exuberante Rowe, que puede arrojar dulces a las filas superiores y pronunciar un largo monólogo de juegos de palabras sobre comida con los ojos cerrados. Y despreocupadamente destroza su gran número cuando interpreta “Don’t Rain On My Parade” ataviado con un impresionante vestido de barco (“Hello Buoys”) repleto de tocados de montaña rusa. Su sentimiento natural por las exigencias engañosamente difíciles de la feminidad sólo parece crecer.
Sin embargo, por encantador que sea todo, a su producción le falta un poco de audacia. Se siente como si tuviera el freno de mano puesto, sin llegar a exagerar por completo (perdón por la metáfora confusa). Esa falta de actualidad pasa factura (seguramente no hay escasez de potencial en un año que ha visto la reelección de Trump) y gran parte del material es bastante tibio (una línea que compara a los políticos con las ratas no es suficiente). Un pase de un gagsmith decente habría hecho maravillas.
Pero no hay nada monótono en las imágenes: la deslumbrante variedad de fondos de Pettitt y la iluminación “sube a 11” de Tim Mitchell se combinan para crear un efecto que hace estallar la retina. También me felicito por la coreografía digna del West End de Shay Barclay y por la banda de cinco personas dirigida por el director musical Alex Maynard, quienes aseguran que los números suenen magníficos. En total, hay mucha diversión festiva saludable para que disfruten tanto los habituales como los recién llegados, incluso si a este veterano en particular le gustaría que se agregue un poco más de sabor a la mezcla el próximo año.