Teatro

Pequeño hotel con Ralph Fiennes en el Theatre Royal Bath – reseña

ralph Fiennes‘ en Theatre Royal Bath ya nos ha brindado un nuevo y audaz David Hare y un actor centrado Como te guste. Qué mejor manera de cerrarlo que con un movimiento suave. En Pequeño hotel, Fiennes – Siempre cambiante, añade “bailarina de claqué” a su formidable repertorio.

Pero la obra en un acto de Rebecca Lenkiewicz ofrece más que una simple novedad teatral. Son 90 minutos curiosos y elípticos que oscilan entre el realismo doméstico y el paisaje onírico metafísico. Como un sueño, se siente a la vez vívido y confuso, y sus detalles se disuelven en metáforas justo cuando intentamos captarlos.

La trama gira en torno a Larry, un presentador de un programa de entrevistas que se encuentra en una espiral de ajuste de cuentas. Llega al escenario con una camisa ensangrentada, seguido por un barman tuerto que canta canciones de los años 50. A partir de ahí, la obra se desliza hacia adentro. Lo vemos preparándose para entrevistar a la expareja a la que no ha visto en 20 años, cuya estrella ahora eclipsa la de él. Nos encontramos con su madre, alcohólica y ácida, acurrucada en un sofá y escupiendo encanto y vitriolo a partes iguales. A través de videollamadas con fallas, se conecta con su hermano gemelo Richard, confinado en casa, perdido y ansiando intimidad.

Fiennes es convincente como Larry: un hombre hundido por la vergüenza, con los ojos a menudo bajos como si tratara de evitar la verdad. Es menos convincente como anfitrión carismático; su aura de estrella resiste ese tipo de facilidad populista, pero domina el escenario con una presencia innegable. Sus escenas como Richard, representadas frente a él en la pantalla, muestran silenciosamente su alcance. El momento final es un sutil golpe de teatro, prueba de que no todas las sorpresas teatrales tienen por qué gritar.

Rachel Tucker en un pequeño hotel

Si Grace penetraa principios de temporada, no sirvió plenamente a su estrella, Pequeño hotel lo mantiene en el centro, aunque uno desearía que Lenkiewicz hubiera dejado respirar más sus ideas. Los temas de familia, identidad, arrepentimiento y poder en las relaciones emergen y brillan, pero rara vez se les permite profundizarse. Como un acto, se siente como un boceto de algo más rico.

Aún así, fascina, sobre todo por la fuerza del conjunto. Rosalind Eleazar se muestra magnética cuando la ex regresa a la órbita de Larry. Su aplomo en el sofá habla de años en el ojo público; sus momentos de colapso llevan el peso de la angustia privada. Francesca Annis, como la madre de Larry, rasga cada línea como un poema arrastrado entre cenizas. Sus movimientos están empapados de años de bebida y daño. En el momento en que le pide a Larry que confirme que alguna vez fue hermosa, se siente cargada (tal vez un guiño astuto a su historia de la vida real con Fiennes). Rachel Tucker también deja su huella como figura de coro espiritual, su voz se hincha hasta llenar el teatro y sus pies marcan el tiempo para siempre.

La directora Holly Race Roughan mantiene el ritmo tenso y el tono esquivo. El diseño del vídeo de Luke Halls oscila entre viejos horarios de trenes y estática pulsante, anclándonos en un mundo purgatorio donde la memoria y la realidad sangran juntas.

Como nota final para Fiennes‘ estación, Pequeño hotel Es una elección tranquila y reflexiva, que se inclina hacia lo experimental en lugar de complacer al público. Hay rumores de que Brian Cox podría estar planeando su propia temporada. Si es así, tal vez estemos presenciando el regreso del actor-gerente, una vieja tradición renacida con un toque moderno. Estrellas. El teatro todavía los necesita.