Teatro

Proyecto Fracaso en Summerhall – Reseña del Fringe de Edimburgo

Es un espectáculo valiente que se enfrenta a la posibilidad de su propio fracaso. Pero Yolanda Mercy, que creó e interpretó este monólogo semicómico, está preparada para afrontar las consecuencias de no triunfar y sopesar el coste que esto le supondrá como intérprete y como persona.

Proyecto Fracaso Está claro que la obra nace del corazón, pero en apariencia es la historia de Ade, una dramaturga nigeriana británica que está a punto de que su guión sea presentado por un importante teatro de Londres. El proyecto es personal y se basa en sus experiencias como chica becada, acosada y rechazada en una elegante escuela para niñas. Ya ha hecho numerosos compromisos: el actor principal ha sido reemplazado por una persona influyente porque eso supondrá que haya más gente en las butacas, el director está llevando el guión en direcciones que no le gustan.

Pero cuando se cancela después de un furor en línea que no tiene nada que ver con ella, es devastador y desencadena todas las inseguridades y temores de Ade.

El tono es ligeramente cómico y cautivador, y detalla las humillaciones de ser un dramaturgo en apuros: el amigo que te sugiere que en realidad no trabajas, la falta de paga, la extensión de las horas de trabajo, la ardua batalla para conseguir que se represente algo. Pero en el caso de Ade, el rechazo se ve agravado por microagresiones y desaires diarios por ser una niña negra en medio de un mundo blanco. Cuando va a ver una obra sobre la esclavitud, por ejemplo, un acomodador y una pareja blanca le piden que se mueva de su asiento porque no pueden creer que ella tenga derecho a estar sentada allí.

Poco a poco, el tono se vuelve más serio y culmina en un extraordinario estallido emocional sobre su sensación de que tiene que triunfar no solo por sí misma, sino por aquellos “que son constantemente borrados de la historia, a quienes se les muestra apoyo sin que realmente se les brinde apoyo, que tienen que seguir adelante cuando quieren parar”.

Mercy sugiere con fuerza esa sensación de presión sin perder nunca su ironía. En un momento dado, señala, las cosas han empeorado tanto en términos de su pérdida de autoestima que “mis padres quieren que vaya a terapia antes que ellos”.

Si la pieza es incluso semiautobiográfica, entonces es difícil darle crédito. Mercy es una presencia cautivadora y directa con una visión audaz del mundo, y un sentido de compasión y empatía que emerge en los momentos finales cuando habla sobre otros artistas que luchan por hacer su trabajo en el Fringe y le da al público la oportunidad de mostrarles que les importa.