Teatro

Reseña de Mary Page Marlowe: Susan Sarandon hace su debut en el escenario del Reino Unido mientras una vida se reconstruye de manera convincente

¿Cuál es el significado de una vida ordinaria? ¿Hay puntos de inflexión en los que podríamos diseñar cambios o la existencia simplemente se desarrolla de una manera inevitable que apenas notamos?

Estas son las preguntas que plantea esta intrigante nueva obra de Tracy Letts, vista por primera vez en Broadway en 2016 y ahora estrenada en Gran Bretaña en una producción protagonizada por Susan Sarandon (que hace su debut en el teatro del Reino Unido) y Andrea Riseborough a la cabeza de un elenco numeroso y distinguido.

El drama se desarrolla en 11 escenas no cronológicas que llevan a la heroína titular desde la cuna (donde es interpretada por una muñeca) hasta la tumba. El truco es que esta mujer está encarnada por cinco actores diferentes: Sarandon (de 59, 63 y 69 años), Riseborough (40, 44, 50), Rosy McEwen (27, 36), Eleanor Worthington-Cox (19) y Alisha Weir (12).

Comparten cabello rojizo pero son como personas diferentes, lo que revela diferentes cualidades de su vida. Weir capta la problemática infancia de Mary, Worthington-Cox su audaz determinación de vivir la vida en sus propios términos, McEwen los primeros años de matrimonio y la posterior promiscuidad, Riseborough un descenso a la infelicidad y el alcoholismo, Sarandon un rayo de esperanza y un amable tercer marido (en la encantadora forma de Hugh Quarshie).

El efecto es como ver fragmentos de un jarrón roto, pegados nuevamente. Las piezas no encajan del todo y las grietas empiezan a mostrarse, pero la veracidad de la escritura –y de las actuaciones– es la forma en que sugieren que el comportamiento no siempre es tangencial. Se toman malas decisiones y se transmite un trauma generacional. Pero también pasan cosas. Los sueños mueren.

Todo ello se presenta en un diálogo siempre flexible y lleno de humor. Hacia el final, Sarandon, cuya fácil presencia escénica y dominio son tan impresionantes como sus credenciales de estrella de cine, tiene una breve conversación con la sencilla enfermera interpretada por Melanie La Barrie, bromeando irónicamente sobre la cantidad de hijos y maridos, incluso mientras colapsa de tristeza por todos los errores que ha cometido. Está notablemente equilibrado; triste pero nunca empalagoso.

La producción se realiza en redondo, lo que aporta intimidad a la fluida y discreta dirección de Matthew Warchus, pero también disipa la tensión a medida que los accesorios se mueven entre escenas en el sencillo y estructurado set de Rob Howell. El vestuario sugiere sutilmente la época en la que ocurre cada escena y la iluminación de Hugh Vanstone controla el ambiente.

Eden Epstein y Alisha Weir en Mary Page Marlowe

Pero es la actuación, particularmente de las Marías, la que triunfa. Riseborough es un actor al que siempre parece faltarle una piel; aporta toda esa cruda intensidad y ojos llenos de emoción a las escenas en las que Mary lucha contra el divorcio y la desesperación; McEwen captura tanto la inestabilidad subyacente como la audaz determinación de rechazar las expectativas masculinas que lleva a Mary tanto a la terapia como a las aventuras casuales e inútiles. En sus escenas individuales, tanto Worthington-Cox como Weir aprovechan su momento con deslumbrante honestidad y franqueza. Aparte de Quarshie, todos los hombres son cifras, pero Eden Epstein es convincente como Roberta, la madre de Mary.

En sus manos, esta extraña presunción simplemente funciona, creando imágenes de una vida vivida y desperdiciada, predeterminada y elegida.