Gran parte de este programa debería haber funcionado. Es una adaptación para familias de otro libro de la imparable pareja formada por Julia Donaldson y Axel Scheffler, traído al Liceo de Edimburgo por Freckle Productions, el mismo equipo que creó la enormemente exitosa hombre palo y Zog. La música y la letra de la canción son de Joe Stilgoe, y la adaptación está a cargo de David Greig y Jackie Crichton del Lyceum. ¿Qué es lo que no te gusta?
Demasiado, lamento decirlo. Quizás el problema central sea la historia original. El libro ilustrado es divertido, como sabrá cualquiera que se lo haya leído a niños, pero no está exactamente lleno de acción, y eso podría explicar el problema central de esta adaptación: el ritmo terriblemente flojo. La historia del libro se sitúa dentro de un dispositivo de encuadre en el que Mamá Ratón les enseña a sus hijos la importancia de la cortesía, y la configuración de este escenario no exactamente emocionante tarda unos 20 minutos antes de que nos acerquemos a los malos. Las canciones, que son insulsas y poco memorables, son demasiado largas, en particular la interminable canción de entrada de la heroína, y retrasan terriblemente la acción, quitándole cualquier impulso. Varios episodios, en particular uno con un gato bailando, ocurren aparentemente sin otra razón que completar el programa hasta una duración de una hora.
Todo esto habla de una falta general de energía dramática, tal vez derivada del tema central de la historia: la importancia de los buenos modales. Todos estemos de acuerdo en que eso es importante, pero esta adaptación predica en lugar de confiar, sin confiar nunca a la audiencia ni invitar a los niños a sonreír conscientemente ante el mensaje moral. En consecuencia, es como si el espectáculo estuviera dirigido a la audiencia en lugar de darles la bienvenida a su sentido de diversión. A la suavidad se suma el hecho de que la payasada es muy mansa, sin ningún sentido cómico o peligroso.
Si pensé que era plano entonces me da miedo pensar cómo se sintieron los niños del público. Hay algunos momentos (dolorosamente laboriosos) de participación del público que luchan por despegar, y fue revelador que, en la actuación a la que asistí, las acciones las realizaban en su mayoría padres que engatusaban a sus hijos para que participaran.
Las imágenes son bastante atractivas, con rayas de colores brillantes y lunares por todo el set, aunque me pregunto si es un problema que los malos en el escenario no se parezcan mucho a los del libro. El fantasma, en particular, parece un campamento de Worzel Gummidge, y me preocupa que los niños con una imaginación pictórica desarrollada se sientan engañados.
El elenco hace lo mejor que puede y Lottie Mae O’Kill le da un toque de Mary Poppins al personaje de Mamá Ratón. Sin embargo, el material significa que están haciendo ladrillos sin paja, y la obra en su conjunto es tan decepcionante por la sencilla razón de que pierde de vista los elementos básicos que necesita un drama exitoso: una trama fuerte, un ritmo rápido, y una sensación de energía. Incluso los niños más pequeños son lo suficientemente astutos como para saberlo y merecen algo mejor que esto.